Escribir canciones en Colombia
Siempre me ha seducido la palabra. Hago canciones, pero, en realidad, lo que creo es que escribo textos para ser cantados. Nada diferente a los demás cantautores, pero en mi caso con una obsesión puesta en las letras.
Tras más de veinte años de dedicarme a este oficio y en mi condición de desconfiado de las nacionalidades, de opositor a las banderas y de descreído de todo lo que signifique unanimidad, creo que el hecho de haber nacido en Colombia me ha regalado una que otra singularidad que agradezco. Me refiero al trópico.
Escribir desde Colombia es escribir con el Caribe en las manos. Lo digo incluso para quienes, como yo, hacemos canciones por completo alejadas de los tambores o para quienes nacimos en las zonas del bosque de niebla (yo conocí el mar a mis 17 años). El asunto es que hasta en las zonas más andinas y frías de Colombia se crece escuchando las canciones tropicales y bailando. En mi caso, además de lo anterior, el trópico me sacudió desde la literatura: García Márquez, Cepeda Samudio, Gómez Jattin y tantos otros que me enseñaron que existía una forma colombiana de decir las cosas.
Por años decidí alejarme de las canciones colombianas, escuchar todo lo que no fuera de acá, renegar, incluso, de la música que mi padre me impuso en la infancia. Todo ello para, al final y luego de varias temporadas fuera del país, terminar descubriendo que se es lo que se mama en la infancia. Hoy, creo que soy un compositor que escribe de cualquier cosa, de temas para nada colombianos, pero que, aún así, tiene el color y el sabor que le ha legado la tierra más al norte de Suramérica, la suya.
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